23May
Para pensar
23/05/2022
Democracias en peligro de extinción
En todos los continentes las
democracias se han debilitado y las dictaduras están en auge, albergando al 70%
de la población mundial, es decir cinco mil 400 millones de personas. Según
estudios del Instituto V-Dem de la Universidad de Gotemburgo, una década antes
ese porcentaje de personas que vivían en dictaduras era el 49%. Desde 1978 no
había un número tan bajo de países en proceso de democratización.
Hay dos razones por las cuales
este retroceso de la democracia ni causó mayores alarmas ni provocó reacciones
significativas. La primera es que estaban pasando muchas otras cosas urgentes y
concretas que hacían difícil a los defensores de la democracia competir con
éxito por la atención de los lideres, los medios de comunicación y de la
opinión pública. La pandemia o la crisis financiera mundial son tan solo dos
ejemplos de una larga lista de eventos que no dejaron espacio para crisis menos
inmediatas. La segunda razón es que la mayoría de los ataques a la democracia
fueron deliberadamente opacos, difíciles de percibir y, mucho menos, capaces de
activar a la gente.
Consideremos la primera causa de
esta desatención mundial a lo que Larry Diamond, un respetado profesor de la
Universidad de Stanford, llamó “la recesión democrática”. ¿Como movilizar a la
población para defender a la democracia cuando la pandemia estaba causando la
muerte de millones de personas en todo el mundo? Según la Organización Mundial
de la Salud, (OMS) tan solo entre el 2020 y 2021 murieron 15 millones de
personas a causa del COVID 19 y sus variantes.
En la década pasada también
arreciaron los efectos del calentamiento global. Se hicieron más frecuentes,
letales y costosos los incendios forestales, las olas de calor extremo,
inundaciones, huracanes, tifones, el deshielo de los polos y mucho más.
Tampoco faltaron los problemas
económicos. Entre el 2007 y el 2009 se desató una profunda crisis financiera
que comenzó en Estados Unidos, causó graves daños a la economía, contagió a
otros países y dejo secuelas políticas cuyas consecuencias perduran. Quizás la
más importante de estas es la agudización de la desigualdad económica.
Este problema se agravó en la
década pasada y sigue siendo la fuente de conflictos políticos e inestabilidad
social. Uno de los países donde más se ha acentuado es China, que es hoy una de
las sociedades más desiguales del mundo. Pero, la atención mundial a la
economía China no fue por su creciente desigualdad sino por su rápido
crecimiento económico. Entre el 2010 y el 2020 el gigante asiático más que
duplicó el tamaño de su economía y, dependiendo como se calcule, es hoy la
primera o segunda economía más grande del mundo. En ese mismo periodo el
régimen chino profundizó su autoritarismo. En 2018, el presidente Xi Jinping,
se las arregló para para eliminar la norma de la constitución que, desde 1982,
limitaba la presidencia a dos periodos de cinco años. Gracias a esta reforma
constitucional Xi puede ser presidente por tiempo ilimitado.
La década pasada también fue la
del Brexit, el inesperado y traumático retiro del Reino Unido de la Comunidad
Europea. También fue el periodo en el cual se produjo un explosivo aumento de
la influencia económica, política y social de redes sociales como Facebook,
YouTube, Instagram, Twitter o TikTok. Y de las múltiples guerras de Putin: los
militares rusos combatieron en Georgia, Crimea, Abjasia, Osetia del Sur, Siria
y Ucrania. En esos diez años también vimos el ascenso de Donald Trump, su
conquista del Partido Republicano y de la presidencia de Estados Unidos.
Muchos de estos eventos fueron
moldeados e impulsados por el acelerado aumento de los usuarios de teléfonos
inteligentes, los ubicuos Smart Phones. Hoy más de seis mil quinientos millones
de personas (el 84% de la población mundial) poseen un teléfono inteligente.
Mientras todo esto -y mucho más-
distraía nuestra atención, un grupo de lideres autoritarios se apropió de un
gran número de las democracias del mundo.
Las estadísticas, reportes y
evidencias del deterioro de la democracia en el mundo son sorprendentes y
preocupantes. Pero más sorprendente aun es la falta de respuestas y la inacción
ante los embates de las fuerzas antidemocráticas.
Ocurre porque muchos de los
asaltos a las democracias ahora están ocurriendo de una manera tan sigilosa que
en la práctica los hacen casi invisibles. Un problema que no se ha detectado
nunca será solucionado. Las democracias del mundo están enfrentando un
peligroso y aun no suficientemente reconocido problema. Necesitamos
identificarlo, publicitarlo y enfrentarlo.