
17Oct
El mundo y los negocios
17/10/2025 - Julián I. Muntané
La industria Argentina
En este contexto, los empresarios producen bajo un clima de prudencia. No se
trata de una crisis abrupta, sino de un cambio de modelo, donde la economía
deja atrás el antiguo régimen y busca consolidar la estabilidad de precios. Esa
transición, sin embargo, se siente en fábricas y talleres: se vende, pero se
gana menos, y la producción acompaña a esa prudencia.
El Índice de Producción Industrial (IPI) general muestra en agosto de
2025 una caída anual del -4,4%, aunque el acumulado de los primeros ocho meses
del año todavía conserva un crecimiento del +4,4%, sostenido por el arrastre
estadístico del primer trimestre. En términos mensuales desestacionalizados, se
observó un leve repunte del 0,6%, insuficiente todavía para revertir la
tendencia bajista que comenzó a mediados del año.
Si miramos la serie de los últimos años, el panorama muestra que después
del repunte pospandemia entre 2021 y 2022, el índice alcanzó un máximo relativo
de 132 puntos en 2022, y luego retrocedió a 120 puntos en 2025, nivel similar
al de 2019. La industria argentina, una vez más, muestra que cada ciclo
expansivo es seguido por un proceso de ajuste o estancamiento que termina
devolviéndola a su línea de base histórica. Pero la diferencia radica en que esta
caída de la producción se debe a factores como cambio de modelo y apertura de
importaciones.
Si
miramos sector por sector, vemos contrastes marcados. Algunos rubros como refinación
de petróleo y molienda de oleaginosas no sólo recuperan sino que crecen gracias
a la demanda externa y a la inversión en el sector minero, mientras que los
sectores textil y metalúrgico concentran las mayores caídas
interanuales. En particular, el rubro textil se desplomó más del 18%
interanual, y las prendas de vestir y cuero también retrocedieron en torno al
10%, reflejando el ajuste del consumo interno.
En
alimentos y bebidas, la tendencia es mixta: lácteos, galletitas
y bebidas sin alcohol retroceden
anualmente, pero están mejor que los años 2019 y 2017, mientras que carnes y oleaginosas se mantienen más firmes. El segmento automotor, que había tenido un ciclo
de fuerte expansión en 2024 y 2025, ahora está más pausado en su producción por
caída de la demanda local y restricciones crediticias.
El
componente energético, por su parte, refleja una economía más eficiente en
consumo que en producción: nafta y
gasoil muestran continuidad en su crecimiento, mientras que los minerales no metálicos y el cemento acompañan la desaceleración de
la construcción. En tanto, sectores vinculados al consumo durable —como muebles, colchones, pinturas, detergentes y
jabones— tienden al estancamiento, tras un fuerte adelanto de compras en
2024 que generó sobrestock.
En
términos macroeconómicos, el fenómeno se explica por una combinación de
políticas contractivas y comportamiento precautorio de los agentes. La economía
opera hoy bajo un esquema de baja
inflación, cantidad de dinero fija, y mayor apertura comercial
internacional, lo cual produce un efecto en cadena: el consumidor posterga
decisiones de compra, esperando comprar más barato, los comercios reducen su
stock por falta de rotación, y la industria produce menos, ajustando turnos y
personal.
Este
equilibrio, aunque virtuoso desde el punto de vista del consumidor, genera un
círculo de enfriamiento productivo. La estabilidad de precios, en ausencia de
crédito y expansión del dinero, no impulsa el consumo ni la inversión. La
industria argentina, en consecuencia, se encuentra ante un nuevo dilema: cómo
sostener la actividad sin recurrir al viejo estímulo inflacionario.
Conclusión
La
industria argentina está frente a un profundo ciclo de transición. La clave a
futuro estará en si logra transformarse estructuralmente —aumentando
productividad y exportaciones— o esperar que la demanda interna vuelva a
traccionar. Producir para vender al mundo
dice la frase.
Por mi
parte, optaría por lo primero, ya que el acuerdo del swap por USD 20.000
millones favorecería a la importación de nuevos productos que llegarían al
mercado local, incrementando la competencia, lo cual, podremos ver caídas del
IPI en muchos sectores y es no necesariamente reflejaría un malestar económico.