
14Abr
Para pensar
14/04/2025 - Mateo Garcia Fuentes
Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie
La matriz productiva y económica argentina atraviesa un profundo
proceso de cambio. Producto de la desregulación normativa introducida por el
gobierno nacional, así como por la “innegociable” rigidez de las política
fiscal y monetaria que rigen desde diciembre de 2024, la matriz productiva debe
necesariamente adaptarse a la nueva realidad económica.
La inflación gran amiga de las ineficiencias de los procesos
productivos, la falta de planificación financiera, y la ausencia de análisis de
costos serios, es hoy un factor en peligro de extinción. Hoy los empresarios no
cuentan más con una red de contención basada en un elevado y creciente proceso
inflacionario, tasas de interés negativas y “sorpresivas” devaluaciones,
factores que permitían trasladar a precios la falta de gestión y planificación
financiera, productiva e impositiva. Tal es así, que hemos comenzado a escuchar
que son cada vez más las empresas que recurren a procesos de renegociación de
deuda o, en última instancia, que optan por solicitar el concurso de
acreedores.
En el mundo agro, este reajuste del sistema productivo – financiero
se ve intensificado por la constante eliminación de distorsiones promovidas
durante años, el más reciente el “dólar soja” – entre tantos otros-, así como
por el importante nivel de endeudamiento del sector producto de pésimas
campañas pasadas. No en vano, regularmente se comenta que jugadores importantes
del sector están “complicados”, siendo Los Grobo y Surcos claros ejemplos de
empresas que no lograron adaptarse a tiempo al profundo cambio de paradigma
iniciado a partir de diciembre de 2024.
Como bien dice el proverbio chino, “toda crisis es una oportunidad”.
Los procesos de crisis empresariales, bien entendidos y abordados constituyen
importantes oportunidades de negocios para aquellos jugadores que estén bien
ordenados financiera y productivamente.
Tomemos por ejemplo los concursos preventivos. El concurso
preventivo es un recurso de última instancia que consiste en un proceso de
renegociación de deuda y, necesariamente, de reestructuración empresarial
sujeto al control judicial que funciona como filtro para (i) determinar a la
fecha de presentación en concurso la totalidad del pasivo que arrastra una
empresa, y (ii) detectar y, en el mejor de los casos, eliminar los activos
ineficientes o improductivos.
El hecho que una empresa se encuentre inmersa en un proceso
concursal permite a sus acreedores, competidores, y/o empresas complementarias
adoptar estrategias activas de expansión. El concursado, ante el riesgo cierto
de quiebra, necesita hacerse de liquidez en forma inmediata y para ello resulta
aconsejable que se desprenda de activos no esenciales que no hacen al corazón
de su negocio. Esta circunstancia pude y debe ser aprovechada por otros
jugadores quienes tienen al alcance de la mano una oportunidad real de negocio
que les permite hacerse de activos a precios competitivos y -en ciertos casos,
según se negocie- libres de contingencias.
Hay numerosos casos de empresas agropecuarias que decidieron
diversificarse desatendiendo el negocio principal de sus operaciones. Así, hoy
nos encontramos con grupos societarios cuyo negocio principal es la siembra intensiva
que necesitan desprenderse con carácter urgente de activos no esenciales para
hacerse de liquidez. Un claro ejemplo es la venta de plantas de silo, campos o,
inclusive, activos personales de los socios que representaron en algún momento
toma de ganancias y que hoy deben venderse para para ser aplicados a las
sociedades.
Ante este nuevo contexto, creemos que habrá un incremento de las
situaciones de crisis empresariales y los concursos de acreedores. No obstante,
éstas deben ser aprovechadas y abordadas como situaciones que permiten (i)
eficientizar la conformación del patrimonio del concursado y (ii) adoptar
estrategias activas de expansión.
Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie.